Infinitas las horas
que pudiera yo darte,
trovador interno.
¡No te dejes
arrastrar por descuidos
que hagan de tu oficio
un pasatiempo!
¡No le niegues a tu ser
el ser eterno!
Despierta tus dedos,
expulsa tus temores,
suéltalos sin recelos
en el viento.
Y en el crepúsculo de tu mirada
anida la pasión,
dale vida, color, soberanía.
Ganas de ser en este mundo
verdadera.
Ofréndale sin reservas
cada lágrima;
las risas de tus hijos
(lirios frescos);
aquel dolor ajeno
del que te incautaste.
Dale tu vida,
¡vive de versos!
Desgarra con el alma
el mundo entero
para que sientas con fervor
lo verdadero.
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