miércoles, 10 de octubre de 2007

Tito

Manos curtidas,
rostro tostado
con el sol de trece inviernos.
Matoncito de mi barrio.

Cabecilla de banda,
que iba derramando su arte,
ése de hacer lo indebido,
a sabiendas del delito.

Duro como lo más duro,
fuerte, tosco y agresivo.
Peleador, y mal hablado,
sucio, y poco compasivo.

En el cole se decía:
“Ése no tiene destino”.
Entre la calle y la casa,
no hay lugar para ese niño.

Y aun, tan duro como piedra,
al llegar la despedida,
en el viaje de egresados
te vi llorar aquel día.

La piedra se volvió agua
que muerta se escabullía,
entre los últimos días
de lo mejor de tu vida.

En casa, con nueve hermanos,
una madre alcoholizada,
un padre que no existía,
y tu soledad marcando
un camino que no había.

Dos años pensé en buscarte
para hacerte compañía,
y compartir un poquito
de la nada que tenía.

Y me quedé en pensamientos,
para siempre conmovida,
por el día en que la roca
en agua se convertía.

Cuando al fin supe de vos,
perdí un pedazo de vida.
−El Tito se ha muerto, Betty,
lo mató la Policía.

Disfrazada de vergüenza,
con el alma corrompida,
te despedí entre fantasmas
descansado en tu porfía.

Dos monedas en los ojos
como pago tú tenías,
con las manitas cruzadas
y un rosario en letanía.

Desde ese día, te juro,
que mi vida yo daría
por haberte visitado
al menos un solo día.

Veinte años ya pasaron
de aquel sublime momento,
en que yo misma vi piedra
que en agua se convertía.

Y pienso que fue ese día,
cuando vos bien entendiste
que había llegado el final
de lo mejor de tu vida.

1 comentario:

Norma dijo...

Un verdadero homenaje al ser humano que fue Tito, producto del desamor familiar y el desinterés estatal.