Por un senderito
viene caminando
buscando un destino,
susurrando un canto.
Es una niñita
pequeña y bonita
portando agraciada
sus zapatos rotos.
Moquitos goteando.
De remiendos, ropa,
y, cual un tesoro,
una vieja soga.
Pasa y muchos dicen:
¡Pobrecita niña! ¡Pobre!
¡Pobrecita!
Pero no se fijan
que tú, ¡tienes tanto!
Tienes en tus manos
pobreza y encanto.
Llevas la miseria
con siete letritas.
Como tu calzado,
la tierra que pisas.
Tienes a tu madre
que plancha de día,
y de noche sufre
no darte comida.
¡Pobre!
¡Pobrecita!
¿Sólo eso te dicen?
¿No hay nadie que quite
un poco de todo
lo que a vos te sobra?
Se espantan de verlo.
De ver tus riquezas.
¡Pobre!
¡Pobrecita!
Y aun tras tu cara
y tus sucias mejillas
tenés la simpleza
de ser la más rica:
en tener amigos,
en tener caricias,
en tener un charco
con muchas ranitas.
En correr gallinas
y ver pajaritos.
Poder sonreírte
al son de un: ¡Buen día!
Para vos riqueza
son cosas distintas,
sin hadas ni duendes,
con ángel que cuida.
Tenés la mirada
como dos uvitas
y una sonrisita
como una lunita.
¡Pobre!
¡Pobrecita!
Vos en este mundo
sos rica entre pobres
y pobre entre ricas.
Aquí ya perdimos
tu cara inocente
y hasta tu sonrisa,
y sólo decimos:
¡Pobre!
¡Pobrecita!
Y vos, sin pensarnos,
vivís en tu mundo
de penas y risas.
miércoles, 10 de octubre de 2007
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