miércoles, 10 de octubre de 2007

Cursilerías

Primer día

−Podés hacer lo que quieras. Es tu vida.
−Para vos es fácil hablar. ¿Qué sabés?
−Sé lo suficiente para decir que es una locura.
−La locura es no intentar nada. Conformarme con tener una vida mediocre como todos los demás.
−Supongo que lo pensaste bien. Después, no hay vuelta atrás.
−No voy a seguir hablando. ¿Cuándo vas a entender que estoy decidida?
−Decidida. Decidida a escapar de cualquier modo.
−Nunca me vas a entender.
−Realmente, no. Nunca voy a entenderte.
−Es mejor que me vaya. Tengo mucho que hacer.
−Adiós.
−Adiós.

Tercer día

−Mario, ¿seguís enojado?
−Estuve mal. No me hagas caso.
−Somos amigos desde siempre. Necesito tu apoyo. Si vos no entendés, ¿quién?
−Mirá, Catalina. Vos tenés razón. No te conozco.
−¿Por qué sos así? ¿No te das cuenta de que ésta es mi oportunidad?
−Obviamente. La oportunidad de arruinar tu vida.
−Ojalá pudiéramos hablar como antes. Pero es imposible. Pensé que eras mi amigo.
−Vos no querés amigos. Querés cómplices.
−¿Nunca vas a entender? Sos un egoísta.
−No importa mi opinión. Vos ya decidiste.
−¿Y me vas a dejar así?

Quinto día…

−Mirá, Tya, no sé que le pasa a Mario, pero esto no se lo voy a perdonar.
−Él quiere lo mejor para vos.
−Seguro. Supongo que compartir la desgracia lo debe hacer sentir mejor, pero yo quiero salir. Axel es bueno. Mario no entiende.
−No sé. ¿Y vos entendés?
−¿Qué debo entender? ¿Que quieren que me pudra en este pueblo?
−Mirá, Cata, siempre hablaste de irte. Supongo que Axel te ofrece una buena salida. Pero, ¿realmente lo amás?
−No seas cursi. Lo quiero mucho y él a mí. ¿Qué más se precisa?
−Querer implica propiedad. Amar es un sentimiento más profundo y a veces más duradero. Aunque para vos sea una cursilería.
−Te escucho y no lo creo. ¿Nadie me entiende? ¡Quiero vivir!
−Gracias. Los cadáveres te estamos muy agradecidos.
−No entendés nada. Ustedes son felices acá. Yo quiero más.
−Más efectivo, ropa, viajes, comodidad…
−Sí, ¿y eso está mal?
−No si te lo ganás. Pero casarte para conseguirlo no me parece justo ni para el tonto y superficial de Axel.
−Ya te dije que lo quiero y si no entendés…
−¿Me vas a dar la espalda como a Mario? ¿Y después?
−Después te llega una invitación de casamiento y listo. ¿Venís, no?
−Ay, Catalina. ¿Cuándo vas a crecer?
−En eso estoy. Te veo. Chau.
−Chau…

Esa tarde

−¡Hola, Marito!
−Hola, Estela. ¿Cómo está?
−Estoy felicísima. Mi Cata se casa. Pensé que nunca iba a pasar…
−¿No le parece un poco exagerado?
−¿Por qué decís eso?
−Porque su hija tiene dieciocho años y apenas terminó el secundario.
−Vos sos como Aldo. Él piensa como vos. Pero ustedes no entienden.
−Me imagino…
−Yo ya no puedo irme del pueblo. Pero Cata se va y, ¡de qué forma! Axel la va a tener como a una reina. A ella no le va a faltar nada.
−Supongo que no…
−¿Qué te pasa, Mario? Cualquiera pensaría que lo de Catalina no te alegra.
−Espero que sea feliz. Pero si se casa tan sólo para dejar el pueblo, la solución puede ser peor…
−¿No te digo yo? ¡Cómo te parecés a Aldo! Esa mentalidad pueblerina no la entiendo. Ustedes no tienen ambiciones, prefieren que se quede acá para acompañarlos en su miseria.
−Hasta luego, Estela.
−Ay, Mario. ¡No lo dije para ofenderte! (¡qué susceptible!).

Tres días después

−Mirá, Tya. Lo que quiera Catalina está bien. ¿Quién te dice? En una de ésas los equivocados somos nosotros.
−Con otros podés hacerte el duro. Pero a mí no me engañás.
−¿De qué hablás?
−Conmigo no tenés que fingir.
−Estás chiflada. Yo no finjo. Sinceramente, ojalá le vaya bien.
−Mario mirame. Nos conocemos hace mucho tiempo…
−¿Y qué querés?
−Mario, no podés sufrir así y guardártelo. No conmigo. Te conozco.
−¿Querés que salga corriendo atrás de ella? ¿Qué le voy a decir?¿Que no se case? ¿Qué la amo desde siempre y tiene que quedarse conmigo? Ella no es como nosotros.
−Mario, perdoname. No quería ponerte mal. Catalina no se merece que la ames así. Espero que encuentre lo que busca y sea feliz.
−Ojalá…
−Tomá, tonto. Secate la cara que parecés un maricón.
−Gracias…
−¿Por lo de maricón?
−No... Gracias por entenderme y porque sé que puedo contar con vos.
−No hablés más, que no tengo otro pañuelo y me vas a hacer moquear a mí también.

Y pasaron dos años…

−Ya te dije, mamá. Axel no viene porque tiene “mucho trabajo”, pero acá estoy yo. No me perdería esto por nada del mundo.
−Ay, Cata ¡Parecés una reina! ¡Qué lindos zapatos! Hace tanto que no me compro zapatos…
−Pero, si te mandé efectivo cuando dijiste que no tenías para comprar zapatos y ropa para el casamiento. ¿Qué hiciste con ese dinero?
−Compré todo, pero nunca podría gastar tanto en zapatos como ésos. ¿Son cómodos?
−Bueno mamá. Esta tarde salimos y te compramos unos así, ¿querés?
−Tenés suerte de haberte casado con alguien como Axel. Parecés una reina.
−Una reina, sí…
−¡Qué linda pulsera! ¿Es de oro?
−Ay, mamá ¡No cambiás más!

Un día después…

−¡Hola, Cata!¡Qué alegría verte! Pensé que no venías.
−¿Cómo iba a perderme tu boda, Mario? Parece mentira…
−Es verdad, te lo aseguro. Te llamé porque quería decirte algo. ¿Puedo sincerarme con vos?
−¡Claro, tonto!
−Hace dos años te traté muy mal. Quería pedirte perdón.
−¿Después de tanto? ¿Y a qué viene eso ahora?
−Siempre te quise, pero nunca tuve el valor de decírtelo. Vos buscabas otra cosa de la vida. No fue justo tratarte de esa manera.
−¿Por qué nunca dijiste nada?
−Porque cuando me decidí, ya era tarde.
−¿Sos feliz ahora?
−Feliz es poco. La amo con locura. ¿Y vos sos feliz?
−Por supuesto. No me falta nada. ¿No viste mi auto?
−¿Axel no vino con vos?
−No. Él trabaja, trabaja y trabaja. Y por las dudas trabaja un poco más. No quiere que me falte nada. ¿No me ves hecha una reina?
−Sí, estás hermosa. ¿Pero sos feliz?
−Feliz, feliz… ¿Quién es feliz hoy en día?
−Ay, Catalina…
−Mirá Mario. Te veo esta noche en la iglesia si no te arrepentís antes. Mirá que todavía estás a tiempo. No pongas esa cara, era una broma…
−Hasta la noche, reina Catalina.
−Adiós, plebeyo.

Noche de bodas…

−¡Por fin solos!
−Te amo, Mario.
−Yo también te amo.
−No me mires así que me da vergüenza.
−Nunca pensé que se podría amar tanto a alguien.
−¿Qué te pasa? ¿Te arrepentiste de casarte?
−No digas eso. Nunca fui más feliz.
−Ay, ¡qué cursi! Pero para serte sincera, la más feliz soy yo. Entre tus brazos siento que Dios no puede ser más generoso conmigo. Te amo.
−Yo también te amo…
−¿Qué te pasa? ¿Qué esconden esos ojitos tristones?
−No es nada. Hoy hablé con Cata.
−Está hermosa, ¿no? Ya te arrepentiste de casarte conmigo o qué…
−No seas tonta. Te amo.
−¿Y?
−Hablé con ella y la verdad es que tiene todo lo que siempre quiso, pero creo que no es feliz. Está muy sola.
−¿Y Axel?
−Dice que Axel trabaja, pero Estela comentó que tienen problemas. Demasiadas horas de oficina con su “socia”.
−Entiendo.
−Pero conocemos a Catalina. Va a mantener la situación mientras pueda para no perder nada, o tal vez lo quiera después de todo.
−¿Y qué hacemos ahora?
−¿Cómo qué hacemos?
−Acabamos de casarnos y estamos sentados hablando sobre tu ex gran amor. Tendría que matarte.
−No hay motivo. Sos mi reina y mi única dueña.
−Te amo.
−Yo también.
−¿Adónde vas? ¿No me vas a dejar acá pagando?
−Ya vuelvo. Este vestido me está matando.
−¿Te ayudo? ¿Sí?

Un día después…

−Cata, no me podés hablar así. Yo siempre quise lo mejor para vos.
−No, mamá. Quisiste lo mejor para vos. Y me educaste para querer así.
−No te entiendo ¿Yo qué te hice para que te enojaras así conmigo?
−No, mamá. La culpa es mía. Yo elegí esta vida, aunque vos sólo me preparaste para vivir así.
−Por eso, ¿ves? Yo solamente quise lo mejor para vos…
−Sí. Un hombre con dinero. Eso es lo mejor. Tenés razón.
−¿Ves? Si no te falta nada.
−No, mamá. No me falta nada más que amor. Amor, mamá. Amor.
−El amor es una cursilería.
−¿Y la felicidad?
−Otra más. ¿Quién es feliz hoy en día?
−Mario es feliz, y Tya también. Ellos son felices.
−Lo de Mario era imposible. Te lo dije no bien me hablaste de él.
−Por supuesto que me lo dijiste. Y me dijiste todo lo que me esperaba si me quedaba en el pueblo.
−¡Pero si tenés todo lo que siempre quisiste! ¿Cuál es el problema ahora?
−El problema, mamá, el problema es que siempre amé a Mario y ayer me enteré de que él siempre me quiso, y gracias a vos ahora estoy así…
−¡Pero si estás hecha una reina! ¡Mirate! Sos la envidia de todos.
−Soy la reina, sí. La reina de la soledad y la infelicidad. Pero vos tenés razón. ¿Quién es feliz en estos días? ¿Quién ama?
−¿Ves? Si yo tengo razón.
−Mejor me voy.
−Saludos a Axel.
−No, mamá. Me voy, pero no con Axel.
−¿Pero estás loca? ¿Adónde vas a ir?
−Me voy a vivir, mamá. Me separo. Viajo al sur y voy a tratar de retomar los estudios. Siempre quise ser maestra.
−Vas a ser pobre y encima maestra. ¿Y yo? ¿Qué hago yo?
−Vos, mamá, hacele un favor a papá y separate. Buscate un viejo con plata y dejá de acosar a los demás con tus frustraciones.
−Pero, Catalina. ¿Qué le digo a Axel?
−Decile que si te quiere estás disponible.
−Pero, Catalina…
−Chau, ma. ¡Que seas feliz! Te amo.
−¡Catalina! ¡Catalina!

No hay comentarios: