miércoles, 10 de octubre de 2007

Viajaré

Viajaré.
Siempre viajo.
Tan lejos o tan cerca
como mi alma despojada
me arrebate.
La distancia es un sueño.
Y el tiempo es un suspiro
que me lleva
más allá de mi adentro.

Lloro mansamente
si una canción
me lleva lejos,
distante de mí misma
y de mi alma,
y me hace libre,
y me hace volar
muy por encima
de mi propio recelo.

Me desnuda del tiempo.
Me abisma.
Me asusta por momentos.
Y en otros,
los sublimes,
me toma entre sus brazos
y me besa,
y me abre el pecho
y el corazón
y juega en ellos.

Y viajo.
Sin aviones ni trenes
ni zapatos.

Viajo.
Y voy tan lejos
que nadie
aunque quisiera,
con todo su amor
o su desvelo,
llegaría a alcanzarme,
ni siquiera
en sus sueños.

Y viajo.
Viajo sola.
Y soy libre de mí.

Y allí sueño.
Y me hago música.
Y lloro.
Y nazco.
Y muero.
Y viajo.

Viajo
adonde
yo quiero.

Algún día
viajaré hacia mi ocaso.
Con el alma tan alta
que el viento me despeinará
con sus manos sin dedos.

La hierba
bendita de rocío
teñirá mis pies
con el tono más verde
que recuerde.

La Luna,
en un ensueño,
velará mi destino.

La lluvia
me bañará
dulcemente
de la cabeza a los pies
y me helará la sangre.

Marcharé sin abrigo.
Amo el invierno,
en él siento que vivo.

Viajaré.
Lo prometo.
Si no quedan senderos
con mi alma o mi carne
construiré mi camino.

Viajaré.
¡Siempre viajo!

Viajaré
porque vivo.

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